energía verde

Actualmente, en el ámbito empresarial se empieza a manejar un concepto llamativo que rehúsa de lo típico en gasto de recurso insostenible. Se habla de la empresa renovable, aquella que es capaz de ser tanto eficaz como eficiente con sus empleados, así como con sus clientes, además de estar incluido en su plan estratégico-medioambiental el estar a cargo del cuidado y mantenimiento de la naturaleza.

Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), se preparan medidas para descarbonizar el planeta con el objetivo de reducir las emisiones de CO2, y, como consecuencia, aliviar el avance del cambio climático. En apoyo de estas medidas, se ha propuesto más de 500 mil millones de dólares en invertir en esta transición ecológica hacia una mentalidad basada a favor de la naturaleza, y no en contra de ella, como veníamos haciendo hasta ahora. Se destina ese presupuesto a la sostenibilidad. Según Santander, en su artículo “El futuro de la energía renovable de las empresas”, indica que más del 60% del consumo de energía es el responsable de las emisiones de gases invernadero. Las empresas contribuyen a este monumental gasto en no invertir en políticas contra la marea de contaminación planetaria, ya que son los organismos “vivos” que más absorben recursos.

La conciencia sobre este dato anterior, a incidido en la construcción de elementos sostenibles con el medioambiente, tales como centrales eólicas, paneles fotovoltaicos, molinos hidráulicos, etc., con el fin de abastecer a las empresas de autosuficiencia energética, a la vez que la comercializan para el resto del mundo. Esto está sometido a la Agenda 2030, en uno de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Industria, Innovación e Infraestructuras.

Se empieza a promocionar a la empresa renovable con la inclusión de términos sostenibles como la igualdad entre empresas, recursos más eficientes, energía no contaminante y la innovación de productos y servicios, entre otras opciones. El grado de industrialización de esto se basa en la modernización empresarial hacia un futuro ecológico, aparte de causar un gran desarrollo en la economía, sociedad, cultura y medioambiente. Esto gozaría de una mejor calidad de vida en cuanto a nivel tanto particular como general, ya que permite la generación de empleo nuevo y una vía amplia hacia un mundo mejorado. Es la llamada industria 4.0.

Las PYMEs son las que mayor riesgo corren en esta etapa de transición ecológica, sin embargo, son las que asumen el coste de crear un número sin par de empleo. Acumulan más del 90% del sector empresarial y entre el 50% y el 60% del empleo. En la actividad de campo, la agricultura, es un hecho el que ha de modernizarse antes que otras “especies”. Es la base de la que se “alimenta” el resto del tejido empresarial, por lo que su “metadesarrollo” es imprescindible para que lo demás pueda funcionar mejor. Es considerado este sector como una protocélula todavía que no está del todo desarrollada. Aquí hablamos del potencial que tienen algunos países, como los de África, pueden causar ese gran salto hacia la industrialización sostenible, con la que se generaría una innovación propia y competente.

La compartición de este desarrollo supondría el crecimiento también de otros sectores, así como del empleo y la capacidad de atracción de talento para las renovables. No solamente se habla de economía verde, sino el ingreso que supondría algo así, tales como el reciclaje empresarial, formación ecológica e I+D+i avanzado.

 

En el año 2020, según europapress.es, este sector de las energías renovables ayudó al Producto Interior Bruto (PIB) a crecer en más de 11.000 millones de euros, pese a la crisis COVID-19. Esto permitió dar sujeción a nuestra economía durante esa turbia época. En el mercado eléctrico, fuente de ree.es, las renovables alcanzaron un 43,6% de la generación de energía eléctrica en el mismo año. Convirtió a España en un 66,9% de energía limpia durante ese año, dato nunca antes conocido en registros históricos en este sector. Este hecho notable muestra que en las industrias se ha implementado el rol científico como la base de la empresa. Esto permite que la tecnología consiga el efecto deseado en la economía verde: renovar lo que daña.

Tales como Apple, Microsoft o Amazon, grandes magnates del planeta, han sido los ejemplos modernos a seguir, dado sus políticas de desarrollo sostenible como los vehículos ecológicos, descarbonización, reducción de elementos industriales contaminantes, etc. Las fábricas de otras marcas, como las de BMW, utilizan estrictamente energía renovable para su producción.

Tanto en apoyo financiero/inversión como en ciencia, la empresa moderna conoce que el cambio climático es más grave de lo pensado, por lo que renovar sus políticas suponen la defensa esperada contra este enemigo invisible.

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